Los celiacos, sobre todo aquellos que debutamos siendo adultos, nos aferramos a los recuerdos de ciertos sabores, aromas, texturas y hábitos. Ya sea mojar pan en la yema del huevo frito, las croquetas de tu abuela, una cerveza al salir del trabajo, la pizza del jueves por la noche, el roscón de Reyes a rebosar de nata, el tapeo de los domingos por la mañana... o de un buen chocolate con churros en una tarde de fría de invierno.
Cuando encontramos un lugar en el que ese recuerdo puede hacerse realidad, la sonrisa se dibuja en nuestras caras y cerramos con fuerza los ojos pidiendo un único deseo: "que sepa igual, que sepa igual". Y bueno, no siempre se cumple pero somos felices igualmente. Es más, esa búsqueda continua y tal sea lo que mantiene la ilusión y hace que recordemos con auténtica pasión cosas tan simples como un bollito de pantera rosa.
¿Qué pasa cuando ese deseo se hace realidad? ¿Qué sucede cuando se ve igual, huele igual y sabe igual? Sucede que dentro de nosotr…
Cuando encontramos un lugar en el que ese recuerdo puede hacerse realidad, la sonrisa se dibuja en nuestras caras y cerramos con fuerza los ojos pidiendo un único deseo: "que sepa igual, que sepa igual". Y bueno, no siempre se cumple pero somos felices igualmente. Es más, esa búsqueda continua y tal sea lo que mantiene la ilusión y hace que recordemos con auténtica pasión cosas tan simples como un bollito de pantera rosa.
¿Qué pasa cuando ese deseo se hace realidad? ¿Qué sucede cuando se ve igual, huele igual y sabe igual? Sucede que dentro de nosotr…
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